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Los “buenos muchachos” del gobierno y de la prensa

  • Foto del escritor: José Villamarín Carrascal
    José Villamarín Carrascal
  • 13 oct 2024
  • 4 Min. de lectura

“Si dejo suelta a la prensa, no permaneceré ni tres meses en el poder”. Esta sentencia de Napoleón Bonaparte ha sido seguida al pie de la letra por los gobiernos a lo largo de la historia. Nuestro país no podía ser la excepción. Solo que, en nuestro caso, el poder político no tiene que hacer mucho esfuerzo, pues acá, hace tiempo que la prensa dejó de ser un contrapoder.

 

Para no dejar sueltos a los medios, el gobierno de los “buenos muchachos” —en palabras de Arroba Dito, director de Radio Sucre­, de Guayaquil— viene aplicando con éxito al menos tres estrategias. Y lo anuncia sin siquiera sonrojarse.

 

Utilizar la pauta como método de castigo o recompensa, comprar a los medios y a los periodistas o entrar pateando al perro son esas estrategias que, en estos 10 meses, viene aplicando el gobierno de Daniel Noboa.

 

A inicios de septiembre pasado, frente a la crisis de comunicación por la que atraviesa el gobierno, sus voceros invitaron a una treintena de directores de medios de comunicación a Carondelet. Como anfitriones estuvieron el ministro de Gobierno Arturo Félix Wong y la Secretaria de Comunicación de la presidencia, Irene Vélez.


La funcionaria no tuvo ningún empacho en amenazar a la prensa. Y no solo a los medios críticos, sino a todos aquellos que, desde su perspectiva goebeliana, considera que hablan mal del Gobierno. No habrá persecución a la prensa, dijo Vélez, “lo máximo que podemos hacer es no invertir en los medios que nos dan palo todos los días”.

 

¿Es en serio? ¿Pautar a discrecionalidad? ¿Utilizar la pauta como mecanismo de premio o castigo? Eso es prepotencia y violación a la libertad de expresión. Cuando Carlos Rojas, director político de Ecuavisa, les replicó indicándole cuál es la función de los medios, el joven ministro Wong le contestó que Ecuavisa es uno de los medios que tiene entre ceja y ceja al gobierno. ¿Por lo tanto, no debería tener pauta del gobierno?

 

Pero esto no es lo de fondo en el caso de Ecuavisa. Lo que llama la atención es el criterio de las actuales autoridades que, al parecer, consideran a este canal de televisión como un medio crítico al gobierno. Rojas es el mismo que en el 2021, durante el gobierno de Lenin Moreno, dijo que “Ecuador hoy es un mejor país”. No creo que su opinión sobre cómo está el país haya cambiado durante los gobiernos de Guillermo Lasso y Daniel Noboa, como para que ahora el medio, del que es director político, tenga una agenda de oposición al poder.

 

Para demostrar que el manejo de la pauta a discreción es política gubernamental, basta con enterarse de los once mil dólares mensuales que estarían pagando al presentador de noticias Carlos Vera o los 19 mil dólares al portal de noticias La Data, entre muchos otros, a cambio de una defensa a ultranza del joven Daniel Noboa.


La estrategia de pautar y pagar favores a medios tradicionales y virtuales les viene dando provechosos resultados a los “buenos muchachos”.

 

Para demostrar que los criterios de Vélez y Wong son golondrinas que hacen verano, basta con señalar lo que dijo Diana Jácome, Asesora Presidencial, a fines de septiembre pasado en el canal guayaquileño RTU. Ante una pregunta respecto a cómo va a afrontar el gobierno la crisis económica, de inseguridad y energética, no respondió —o no pudo hacerlo—, aduciendo espanto: “Ver el lado negativo de cada cosa asusta”, fue la manera de eludir su respuesta. Y apeló a que los medios hablen solo de las cosas positivas.

 

Por si las cosas no quedaron claras respecto a lo que el gobierno quiere de los medios, el impulsivo ministro Wong pretendió dar una pequeña cátedra de periodismo al entrevistador de una radio quiteña.

 

A mediados de septiembre, el periodista de Radio Noticias La Poderosa, mientras entrevistaba a un experto en temas energéticos y este analizaba la contratación de la barcaza turca, fue interrumpido por una intempestiva llamada telefónica. Era Wong quien, desde su auto blindado y mientras se dirigía a Carondelet, llamaba a la radio a reclamar al periodista por haber dado el micrófono a dicho técnico a quien calificó de mentiroso. Y como si estuviese en hacienda propia, frente a sus supuestas mentiras, le amenazó con voz altisonante: «¡Esto no lo voy a permitir!».

 

Lo más grave de todo es que el periodista no solo que no atinó a defender su derecho a escoger las fuentes, sino que impidió al analista que refutara al funcionario. Cuando el experto energético quiso responder, el periodista le tomó del brazo en señal de que no lo haga. Muy eficaz la estrategia de entrar pateando al perro.


¿Y cuál ha sido la reacción del resto de periodistas implicados en estos casos de abuso de poder?

 

En el caso de la reunión en Carondelet, según lo que trascendió en redes sociales, solo Carlos Rojas, de Ecuavisa, habría sido quien, de alguna manera, habría refutado al ministro Wong. ¿El resto, sumiso y condescendiente, tuvo miedo de quedarse sin pauta? En otro gobierno, ese comportamiento de los voceros presidenciables habría sido motivo de titulares escandalosos en los medios, de severas críticas y, al menos, de una declaratoria de enemigo de la libertad de expresión.

 

Hoy, eso no es necesario. Para los «buenos muchachos» del gobierno están los «buenos muchachos» de la prensa.

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