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INEQUIDAD Y DELINCUENCIA

  • Foto del escritor: Rodrigo Mancheno
    Rodrigo Mancheno
  • 31 jul 2024
  • 3 Min. de lectura

Ante la arremetida de la delincuencia a nivel nacional, el gobierno del niño rico aprovechó muy bien el pánico ciudadano para incrementar tres puntos en los impuestos al valor agregado (IVA) a partir del 1 de abril 2024. Por este nuevo castigo económico no hubo protestas masivas y el pueblo agachó la cabeza porque el sacrificio ayudaría a mejorar la seguridad de los ecuatorianos.


Las declaraciones oficiales anunciaban que gracias al PLAN FÉNIX (o plan “nobita” en los comentarios populares) manejado por las fuerzas armadas y la policía nacional, sería el fin de la violencia a lo largo y ancho del territorio.


Ya con más recursos económicos y el respaldo ciudadano expresado en la última consulta, empezarían a aparecer las nuevas prisiones al estilo Bukele en El Salvador y la delincuencia pasaría a ocupar los reductos a los que corresponden.


INGENUIDAD EXTREMA


Mas, sobre los decretos de emergencia, las acciones militares y policiales y las reiteradas promesas de seguridad pública, la delincuencia sigue campante; los asaltantes, asesinos y extorsionadores aparecen en cualquier lugar causando estragos; se han multiplicado los traficantes de estupefacientes y pícaros de cuello blanco, aquellos que rondan las más altas instancias del poder y evaden con facilidad el peso de la justicia.


“ECUADOR LÍDER DE VIOLENCIA CRIMINALIDAD”


Los lamentos de pequeños comerciantes extorsionados por los “vacunadores” en Pascuales, Manabí, El Oro, Pichincha, etc, son gritos de desesperación e impotencia frente a la arremetida antisocial y la imposibilidad para seguir trabajando, por lo que prefieren cerrar sus negocios para salvaguardar sus vidas. Cosa igual sucede en las carreteras del país, en el transporte público urbano de Quito o en cualquier lugar.


No son pocos los vehículos estacionados en las calles que aparecen desmantelados impunemente. 


Las estadísticas de delincuencia que manejan los organismos estatales resultan ridículas frente a la realidad nacional. Cientos de afectados prefieren callar y resignarse a su desgracia porque saben que sus denuncias son un inútil pasa tiempo.  El afectado por un robo por ejemplo, sabe que no recuperará lo perdido y si por casualidad el delincuente es capturado, en menos de lo que canta un gallo, ya estará en goce de libertad para continuar con sus fechorías.


Pretender ignorar la razón y origen de la delincuencia resulta por demás irresponsable.


Pensar únicamente en la acción punitiva o castigadora para erradicar la delincuencia es torpeza.


Creer que el endurecimiento de las leyes amedrenta a la delincuencia, es inmadurez política.


Dejar de lado la obligación social que corresponde al Estado para mejorar las condiciones de vida de los pobladores es inmoral.


No hace falta ser sociólogo para entender que la desigualdad social es terreno fértil para la pobreza, la delincuencia y el estancamiento de los pueblos. Aún países con grandes recursos económicos pero altamente inequitativos, constituyen asideros para la miseria y la violencia.


Estados Unidos de Norte América por ejemplo, una de las primeras potencias económicas del mundo mantiene un estimado de 40 millones de personas en condiciones de pobreza.


¿Queremos acabar con la violencia y la delincuencia extrema para devolver la paz social a los 18 millones de ecuatorianos?


Pensemos entonces en gobernantes con elevado sentido de responsabilidad social que prioricen en sus planes de trabajo a la educación, al trabajo para todos, a la salud popular de calidad, a los servicios básicos para el campo y la ciudad, y al buen ejemplo en el manejo transparente y responsable de la cosa pública, como puntas de lanza para combatir los males sociales.


¿Queremos devolver la buena imagen de país en desarrollo que tuvimos hace varios años? Despoliticemos la justicia para que el peso de la ley caiga sin miramientos para todos quienes la violan.


Mientras persista el hambre, la miseria, la pobreza, la falta de fuentes de trabajo y la corrupción, ni todas las cárceles del país ni las que se construyan en cada cabecera cantonal, pondrán freno a la delincuencia y Ecuador vivirá tiempos difíciles de inseguridad pública.


¿Deseamos un Ecuador próspero y solidario? Empecemos todos a ser ciudadanos proactivos, emprendedores y honestos en el cumplimiento de nuestras obligaciones y exigentes de nuestros justos derechos. La vida en democracia no se limita a la acción electoral.


El trabajo honesto, la educación personal y familiar, la solidaridad humana y el respeto a las ideas ajenas, el estricto apego a los valores éticos y morales en las instancias públicas y privadas, la selección de gobernantes con ideas claras, historia transparente y compromiso de lucha con las mayorías, son principios básicos que suman y ayudarán a caminar por el sendero correcto para forjar el país que todos queremos.

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