EL MUNDO AL REVÉS
- Rodrigo Rangles Lara
- 4 ago 2024
- 3 Min. de lectura

Al mirar la evolución de hechos acaecidos en el mundo, nos sorprende la reacción de buena parte de las masas ciudadanas, que parecen haber sufrido una lesión cerebral irreversible, hasta inducirles a tomar lo malo por bueno.
“Ignorantes” les endilgan los más generosos; otros les llaman “idiotas” y, terceros, abundan en epítetos tan duros como extremistas, llamándoles hasta hijos de mala madre; porque consideran que, esa forma de ver el mundo al revés, lleva a tomar decisiones afectando a la sociedad e, incluso, lesionando gravemente sus propios intereses.
¿Cómo explicarse, por ejemplo, que profesionales de clase media, arrojados a la pobreza debido a medidas antipopulares aplicadas por gobiernos de ultra derecha, les sigan apoyando ciegamente?
Si esos profesionales, con formación académica, valoran esas destructivas políticas económicas como positivas y actúan en concordancia, no debe sorprendernos que, ciudadanos de a pie, millones de ellos escasamente escolarizados, se conviertan en fanáticos defensores de los causantes de su propia desgracia.
¿Por qué esa esa enajenación de la realidad? Una primera explicación tenemos en la información recibida de nuestros padres y familiares, moldeados bajo la influencia de argumentos religiosos medievales, conceptos políticos tradicionales – afincados en el sistema educativo captado por formadores del statu quo – y multiplicados a través de medios de comunicación y periodistas adheridos al sistema imperante.
Todo eso, en el marco del capitalismo sustentado también en una legislación hecha para legitimar y legalizar las operaciones – bien o mal habidas - de la clase dominante, con todos los beneficios que implica poseer el capital y disponer de los medios de producción, fuente de su riqueza, sustentada en mano de obra barata, tanto manual como intelectual.
El sistema crea y recrea ideas o conceptos que, a través de sus múltiples instrumentos de penetración en la mente humana, van transmitiendo de una generación a otra, hasta convertirlas en verdades inobjetables, aunque contradigan el sentido común, la investigación científica o la necia realidad.
Intelectuales bien remunerados se creen tan libres como trabajadores manuales con salarios de miseria. El acceso a una vida holgada y cómoda de los primeros le hace sentir superior a los segundos, aún cuando los dos son asalariados y dependientes de las decisiones de los dueños de los medios de producción, con lo cual, al ser dependientes, carecen de libertad.
Pensemos en los desempleados y de la creciente masa de considerados desechables porque se han “convertido en un lastre para la sociedad”, tal como plantea la luterana presidente de la Comunidad Europea, Úrsula von der Leyen; que, sin inmutarse, pidió se desaparezca a los jubilados considerándoles “una carga económica para la sociedad”.
Lo curioso es que el silencio y la inmovilidad de la masa de jubilados, en el mundo occidental y cristiano, parece estar de acuerdo con ese pretendido genocidio, como también parecen estar de acuerdo los desechables en seguir apoyando políticas tendentes a su destrucción, a costo de los derechos a la salud, educación, vivienda y la posibilidad de una vida digna.
¿Son suicidas? Claro que no, solamente son víctimas de una bien ideada campaña universal de manipulación informativa que termina, adoctrinándoles, con una narrativa creada desde los centros de poder hegemónico e irradiadas por la superestructura del sistema, que les desorientan y confunden, hasta llevarlos a una enajenación de la realidad.
El papel de los medios de difusión masiva es determinante en este proceso de crueldad sin nombre, a través de ellos se oculta la verdad, se desinforma o, abiertamente, se miente a través de campañas sistemáticas que inducen, a las masas desprevenidas, a toman decisiones en función de la información falsa recibida.
Entonces, logran, sin mucho esfuerzo, que las masas odien a verdaderos demócratas pintándoles como feroces dictadores y convierte, a dictadores de verdad, en líderes populares. Como las masas carecen de sentido crítico, posicionan fácilmente, a los sátrapas hegemónicos como salvadores de la humanidad cuando, en realidad, son los causantes de la desgracia colectiva.
El mecanismo está perfeccionado de manera tal, que el norteamericano Jhon McAfee, dice: “El uno por ciento controla el mundo; el cuatro por ciento, son sus títeres; el noventa por ciento, está dormido; el cinco por ciento, lo sabe y trata de despertar al noventa por ciento; el uno por ciento, usa a su cuatro por ciento para evitar que el cinco por ciento despierte al noventa por ciento”.
Aunque parezca un trabalenguas, refleja una realidad tras la cual se encuentran poderosos intereses en ocultar la realidad e impedir que despierten las masas, aplicando métodos ilegales e inmorales, por esa razón, es bien traída la siguiente reflexión: “El que desconoce la verdad es un ignorante; pero el que la conoce y la desmiente es un criminal”.
¿Cuántos criminales conoce usted?
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