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¿Cuál es el as de las izquierdas?

  • Foto del escritor: Luis Onofa
    Luis Onofa
  • 24 jul 2024
  • 4 Min. de lectura

La izquierda colombiana, primero, y recientemente la mexicana y  la francesa, han frenado el avance de la derecha en América Latina y Europa, en un momento en que la ofensiva de ésta parecía indetenible, después del desconcierto y la parálisis en la que se sumió en la primera década de este siglo, al menos en Sudamérica.


La clave de la estrategia de esas izquierdas ha sido la unidad expresada en alianzas y frentes electorales, cuya constitución no ha sido fácil porque han tenido que romper taras históricas, en unos casos, celos y aspiraciones políticas individuales, en otros. Pero la substancia de semejante menú indigesto para la izquierda han sido las campañas de desprestigio y desorientación del electorado emprendidas por la derecha, con amplio apoyo mediático. La táctica conservadora no es nueva, tampoco las alianzas de la izquierda. Una y otra abundan en la historia, pero las experiencias recientes, junto con relievarlas, sirven para recordar el camino a recorrer en el futuro inmediato, cuando se vienen elecciones en varios países de América Latina, entre ellos Ecuador.


En Colombia, en 2022, con Gustavo Petro a la cabeza, el Frente Histórico, que agrupa a las izquierdas que dejaron las armas y a las que actuaban en la legalidad, a las que se sumaron organizaciones indígenas, campesinas y negras y grupos ecologistas rompió dos siglos de hegemonía conservadora manchada inclusive con magnicidios a los que han recurrido esas fuerzas políticas para sostenerse en el poder.


En México, la alianza integrada por las bases de MORENA, el Partido del Trabajo y organizaciones ecologistas, se mantuvo en el gobierno federal para un nuevo mandato constitucional de seis años, pese a la ofensiva de una derecha fortalecida, además, por la absorción de la corriente política que hizo la mayor revolución social del continente de comienzos del siglo XX. La carta mayor de la centroizquierda mexicana han sido seis años de programas sociales, con el presidente Andrés Manuel López Obrador a la cabeza, que sacaron a millones de mexicanos de la pobreza. Además, esa alianza puso al frente del gobierno del país a una mujer, Claudia Sheinbaum, por primera vez en la historia política de un país marcado por la hegemonía cultural y política masculina.


Aunque distante de América Latina, un caso también emblemático es el de Francia, que coaligó a más de una veintena de agrupaciones del centro y la izquierda, entre ellas los históricos partidos Socialista y Comunista, así como ecologistas e inclusive aquellas fuerzas que reivindican demandas regionales, para frenar el avance de la derecha en las elecciones legislativas de junio pasado.


En ese país, el acuerdo se plasmó después que la victoria de la derecha en la primera vuelta de las elecciones legislativas de comienzos de junio alertara sobre el riesgo de que una derecha nacionalista y antimigracionista  llegara al gobierno. La alianza se plasmó en apenas una semana, a diferencia del arduo, dilatado y a veces doloroso camino de maduración que implica un proceso de esa naturaleza en América Latina.


La alianza electoral implicó renunciamientos y sacrificios aleccionadores para las izquierdas de países como Ecuador. Muchas de las agrupaciones retiraron candidatos para asegurar la victoria de aquellos que tenían más opciones. Ello significó que algunas de ellas perdieran escaños, pero el acumulado del bloque fue mayor, y con ello frenó el avance de la derecha.


Los tres casos arrojan mucha claridad y elementos para el camino que podría seguir la izquierda en el futuro. El primero, una victoria solo es posible con la unidad de fuerzas que, aunque vienen de historias diversas, tienen coincidencias programáticas.


Un segundo elemento es un programa de gobierno. En este punto, el caso francés vuelve a ser emblemático. El Nuevo Frente Popular recogíó una gama de aspiraciones históricas y propias de la coyuntura. Su programa propone restablecer la edad de jubilación a 60 años, en lugar de los 64 vigente desde 2010; aumentar los salarios de los trabajadores del sector público; vincular el régimen salarial general del país a la inflación; elevar el salario mínimo; aumentar las ayudas a la vivienda y a los jóvenes; reducir el impuesto sobre la renta y la seguridad social de los estratos más bajos; e introducir un impuesto sobre el patrimonio para los más ricos.​


El NFP también propone financiar 500.000 plazas de guardería, limitar el precio de los alimentos básicos, la electricidad, el gas y la gasolina, fomentar medidas ecológicas, incluida la neutralidad de carbono, en 2050, y revisar la Política Agrícola Común de la Unión Europea.​


En México, los programas sociales de López Obrador han sacado de la pobreza a millones de gentes y ello explica, en parte, que el pueblo le haya renovado su licencia para continuar en el gobierno. Lo propio ha ocurrido en Brasil, cuyo pueblo no olvidó que Lula sacó de la pobreza a millones de brasileños en sus dos primeros mandatos, y le restituyó mandato para su actual tercer período.


Gobiernos de esa tendencia suponen también una estrategia de comunicación que enfrente lás tácticas de desinformación de los sectores tradicionales, que en el pasado causaron y aun hoy causan estragos mortales en muchos procesos de cambio. El linchamiento mediatico, el law fare, el cerco mediático, no son nuevos en la historia de la política contemporánea, pero hoy, las redes sociales los han convertido en recursos poderosos.


Todo esto supone también partidos o movimientos con una dirección colectiva, como el caso de Francia, y una fuerte y eficaz organización popular, capaz de sintonizarse con las demandas del pueblo, mediante sus propias redes de comunicación e información para contrarrestar la desinformación y el desprestigio orquestado por las fuerzas conservadoras, que fluye a través de las redes sociales, no solo durante las campañas electorales, sino de manera permanente en la batalla política.

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